1. La escultura como
modulación de ideas
Hace ahora
justamente una década que sigo con pasión el
itinerario creativo de Jaume Plensa. No me gusta la palabrería
hueca, ni el halago fácil. Pero les aseguro que en estos diez
años la obra de Plensa ha adquirido un peso y una densidad
estética tales que hacen de él uno de los artistas más
importantes de nuestro tiempo en un plano internacional.
En un mundo en el que el arte se disuelve con
tanta frecuencia en la mera banalidad, en el seguimiento de modas,
o, lo que es todavía peor, en la actuación cínica
y sumisa a los dictados de los grupos de presión, de las
pequeñas "mafias", Plensa mantiene el fuego
solitario del artista comprometido únicamente, y de una
manera radical, con la exigencia interior de su obra.
No se suele hablar de estas cosas. Y menos en los
catálogos de arte. Pero para llegar a la obra de Plensa el
primer paso, imprescindible, es advertir ese compromiso interior,
tan decisivo en el arte y en la vida, y que en este caso nos
confronta con una experiencia de autenticidad, independencia,
sentido moral, coherencia... Con una capacidad para decir no. Para
hacer de la escultura una forma de interrogación radical.
Ese itinerario creativo se ha ido adelgazando,
haciéndose progresivamente cada vez más leve y
sutil en la utilización de los soportes materiales.
Mostrando, por ejemplo en una pieza como Wie ein Hauch (Como
un suspiro, 1997), la primera pieza con "ladrillos" de
vidrio, lo que el propio Plensa (1999b, sin paginación) ha
llamado "un milagro, lo milagroso del hallazgo artístico".
Hallazgos, primeras apariciones de una modulación formal, que
pueden también encontrarse en Prière (1989),
La Neige Rouge (1991), Wonderland (1993), o en la
recién terminada Wispern (1999). Hallazgos. Marcas.
Jalones para un itinerario.
Aunque ya desde sus inicios, en los primeros
ochenta: marcados por un diálogo con lo ancestral, con los
rasgos totémicos que el hombre extrae de la madre tierra para
intentar dar cuerpo a su propia imagen, aparecía el signo de
lo infraleve. Pienso, por ejemplo, en el Libro de vidrio
(1982), en el que la transparencia del soporte conduce la
representación material de la palabra a las aguas fluidas del
sueño y la memoria.
Ahí está ya, en germen, lo que irá
desenvolviéndose en la formación de un cosmos plástico
propio, hasta constituir la galaxia Plensa. El signo
zodiacal de esa galaxia es la palabra poética: la
materialización espacial de la palabra, que así
adquiere no ya sólo su esencialidad temporal inscrita en el
carácter sucesivo del lenguaje, sino además volumen,
cuerpo.
Ahora, como entonces, Plensa (1999b, sin paginación)
va elaborando "una de las más silenciosas y reservadas
partes de mi obra, la más difícil", por medio de "la
transparencia y desnudez de la resina y el vidrio".
La galaxia Plensa forma un continuo astral en la
expansión de sus manifestaciones: dibujo, escultura, obra gráfica,
escenarios para ópera, obra pública..., ligadas por su
común derivación de lo poético que las
constituye. A la vez, hay que subrayar en toda su obra el
mantenimiento de una dimensión constructiva, poéticamente
estilizada: la pureza de líneas y de formas que es característica
constante en su trabajo.
La utilización de los distintos soportes no
se produce por exigencia de los propios materiales, sino al
contrario por la necesidad de alcanzar distintas modulaciones para
la idea, que es el auténtico desencadenante, y que
por eso inscribe indistintamente su vuelo sobre todo aquello que le
permite alcanzar una forma espacial diferenciada.
El mismo Jaume Plensa (1999b, sin paginación)
ha insistido recientemente sobre este aspecto: "Como escultor,
yo trabajo básicamente en el terreno de las ideas, no con la
materia o las formas, aunque cada idea obviamente demanda su
material y su forma, pero estas no son las preocupaciones
principales."
El hierro fundido, el polvo y las limaduras, el
aluminio, las resistencias de neón, pero también la
fragilidad y evanescencia del agua, el vidrio, la resina de poliéster,
el alabastro, el nilón... ¡y la luz! La luz, en un juego
de contrastes, de densidades contrapuestas, que estructuran volúmenes,
espacios interiores y exteriores. Elementos, todos ellos, que siguen
en su diversidad una misma intención: modular ideas.
En la galaxia Plensa, "ideas" quiere
decir ante todo preguntas. Él mismo ha señalado
cómo una de sus obsesiones recurrentes es la concepción
de la escultura como "el mejor medio para plantear cuestiones".
Y nos ha dado un hermosísimo emblema de esa auténtica
idea germinal en Firenze II (1992), donde el rotundo
signo de interrogación reviste la forma de un totem
conceptual. A la vez, cuestionar a través de la escultura es
adentrarse en los dominios del sueño, y por eso la pieza
lleva inscrita las letras de la palabra rêve, sueño,
en francés.
La formulación de las preguntas no tiene un
origen conceptual o teórico, surgen de forma espontánea.
Las preguntas inscritas en una reciente serie de doce vasijas de
cristal, colocadas sobre pedestales de hierro, afirma Plensa (1999b,
sin paginación), "simplemente se me ocurrieron automáticamente".
Es un reconocimiento del papel del azar en el despliegue plástico
de sus ideas. Algo que puede también apreciarse en una obra
de tanto alcance como Mémoires jumelles (1992), donde
los objetos situados en el extremo de los tensores comparten un
espacio inmotivado del recuerdo, un azar que los une en el límite
de su fijación espacial. Una contingencia azarosa que
reaparece también en los objetos igualmente diversos que
componen la serie Proverbs of Hell (1995).
En todo caso, esa inmediatez de las preguntas, y
también de las ideas, remite a un cierto trasfondo
surrealista en Plensa, que actúa básicamente como
libertad psíquica plena, como una especie de automatismo poético
transcendido, y que tiene otro posible eco en las construcciones de
vidrio, casas transparentes de los sueños y anhelos humanos,
que encontraron una primera formulación poética en la
casa de cristal que imaginaron los surrealistas.
La transparencia visual, el deseo de comunicación
con el espectador, es algo que se ha intensificado con los cada vez
más numerosos encargos públicos y de trabajo en la ópera
con La Fura dels Baus. Según Plensa (1999b, sin
paginación), esto último le "ha enseñado
la exigencia de austeridad, la necesidad de ser aún más
austero." Con todo ello se relaciona la creciente importancia
de una actitud anti-museística en su trabajo, la concepción
de la obra como una idea y una experiencia a compartir con el público,
como algo abierto.
En realidad, la pregunta, el auto-cuestionamiento,
está en todas sus obras: dibujos, esculturas, escenarios o
instalaciones públicas, construidas siempre con un sentido poético
abierto, que dejan al espectador la tarea de encontrar su propia
respuesta a lo que se concibe como formulación tentativa,
como materialización plástica, de una o diversas
cuestiones superpuestas. Como un intento, imposible de culminar,
pero lo que vale es el pulso de la tentativa, de alcanzar el sueño.
Precisamente por eso, a la vez que una manera de
cuestionar y de dar forma a ideas, la escultura es también
para Plensa una manera de alcanzar el reposo frente a la persistente
agitación que encierran los sueños humanos. Macbeth
(1606), la impresionante tragedia de William Shakespeare, ha
jugado siempre un papel determinante como clave de esa idea.
Casi al comienzo del Acto Segundo de la pieza,
tras haber matado al rey, el asesino relata su turbación a
Lady Macbeth: "Me pareció oír una voz que gritaba
¡No duermas más!/ ¡Macbeth asesina el sueño!;
el sueño inocente" ("Methoght, I heard a voice
cry, Sleep no more!/ Macbeth does murder sleep, the
innocent sleep").
Es lo que evoca Sleep no more (1988):
sobre una plancha de hierro en la que se inscribe un fragmento
textual de Macbeth, se apilan tres bloques rectangulares
también de hierro que presentan tres oquedades o moldes esféricos.
Imposible seguir durmiendo: el crecimiento de la culpa por el crimen
cometido se ha apoderado de Macbeth. Es la muerte del "sueño
inocente", del dormir reparador, del descanso en la noche.
La asociación de Macbeth con la
idea de escultura en Plensa (1989, sin paginación) quedó
ya fijada a finales de los ochenta: "es la encarnación
perfecta de la escultura, esta sensación de memoria que tiene
Macbeth, esto es la escultura. Crea la forma poética más
perfecta con la que representar la idea de escultura." Y a ella
ha vuelto a referirse recientemente: "la mejor definición
de escultura que se haya ofrecido nunca: la relación física
como un medio para discutir la abstracción; mata al rey para
matar el sueño" (Plensa, 1999b, sin paginación).
La única solución es matar al rey. O
dar forma plástica a la idea, la pregunta,
el sueño. La contraposición "inocencia"/"culpa"
se superpone a otra: "sueño" (dormir)/"insomnio"
(agitación). Todo ello preparado en la trama de Shakespeare
por la forma en que Macbeth mata al rey: mientras duerme, y
dejando antes también dormidos, haciéndoles
beber vino, a los sirvientes que custodian su reposo, "de tal
modo que la memoria, la guardiana del cerebro,/ se hará humo,
y el recipiente de la razón,/ será sólo un
alambique".
En este punto, poesía y escultura
coinciden: traen, al tiempo o al espacio, a una dimensión física,
perceptible, la universalidad de la idea, la abstracción: "La
gran poesía es escultura. (...) Lo que mata a Macbeth es su
mala conciencia, su incapacidad de conciliar el sueño. La
escultura, tal como yo la entiendo, es siempre la alianza de algo físico
y abstracto, de la idea y la materia. También encuentro esto
en las grandes imágenes de la poesía." (Plensa,
1999, 59).
Macbeth, que ha mancillado el dormir humano, no
podrá ya dormir más. La culpa de su crimen se lo
impide. Pero entonces, y éste es el punto sobre el que centra
su interés Jaume Plensa, la muerte violenta de un individuo
concreto, el rey, es en realidad, una forma "física"
de alcanzar una abstracción. El fin del dormir reparador,
el asesinato del sueño inocente.
2. Islas en el tiempo
La contraposición culpa/inocencia expresa
un par de contrarios que alienta en buena parte de las acciones
humanas. En ella fluye el cauce de la pasión, el sentimiento
que nos desborda y nos conduce más allá de lo que ni
siquiera hemos llegado a entrever.
El hilo rojo de los contrarios liga, en Plensa, a
Shakespeare con otro de sus grandes referentes creativos: William
Blake (1757-1827). "Me gusta representar las cosas" afirma
Plensa (1999, 59)- "por medio de su opuesto. Cualquier otra
cosa sería periodismo." Se trata de un eco explícito
de la tajante afirmación de Blake al comienzo de Las
bodas del cielo y del infierno (The Marriage of Heaven and
Hell, 1790-3): "Sin contrarios no hay progresión."
("Without Contraries is no progression.").
Ese gran poeta y artista, rebelde civil y
visionario, sometía inmediatamente después de la
Revolución Francesa, al dardo paródico de su ironía
el misticismo de corte esotérico del sueco Emanuel Swedenborg
(1688-1772), cuyas doctrinas alcanzaban en aquella época una
gran difusión, particularmente en Inglaterra.
El planteamiento de Blake sobre la necesaria unión
de los contrarios se prolonga en la voz del diablo, quien niega los
errores de "todas las biblias o códigos sagrados",
y afirma que el cuerpo del hombre no es distinto del alma ("Man
has no Body distinct from his Soul") y que la energía
es la única vida y emana del cuerpo ("Energy is the
only life and is from the Body").
Es en ese contexto donde William Blake sitúa
sus 73 Proverbios del Infierno (Proverbs of Hell),
que el poeta "colecciona" mientras "paseaba por los
fuegos del infierno", y que con su cifra precisa constituyen un
referente poético y simbólico esencial de toda la obra
de Plensa.
Islas, una instalación de 1995, consta de
73 cajas de luz, con los nombres de los artistas que viven en el
interior de Plensa, situadas en las ramas de los árboles de
la rambla de Santa Cruz de Tenerife. Islands (2) (1996)
reproduce la misma idea presentando las cajas de nombres en una
larga fila longitudinal en la parte superior del muro. Isole a
Gubbio (1996) muestra los nombres inscritos ya no en cajas, sino
en 73 piezas de hierro y cemento, con una argolla, que recuerdan lápidas
de sepultura y, a la vez, estelas poéticas y conceptuales.
73 es también el número que alcanzará
una obra en curso: Wispern, que en su segunda versión,
la que forma parte de esta exposición, consta de 21 címbalos
chinos sobre los que van cayendo gotas de agua que se deslizan en 21
contenedores. "Las ondas del címbalo sumergido son también
pétreas", escribió el gran José Lezama
Lima (1949, 186). La expansión resonante del agua y el sonido
alcanza el módulo del tiempo, la cifra de la edad, el puente
de la identificación.
Hablando de Wispern, Plensa (1999, 57) ha
indicado: "Estoy interesado no tanto en el uso del peso, la
medida y los números para definir un espacio, sino más
bien en obtener energía. Las gotas producen diversos sonidos,
porque los Proverbios del infierno de William Blake, que están
grabados en los címbalos, tienen su peso específico."
De este modo, la inscripción de la palabra, al alterar las
cualidades físicas del objeto, provoca la aparición de
una energía, en este caso un sonido,
diferente en cada caso, igual que cada proverbio tiene una expresión
distinta. Pero la raíz de esa energía diferenciada es
estrictamente corporal, tal y como quería Blake.
Sería una forma de operar esa expansión
de un pensamiento en el espacio, que Plensa descubre en el proverbio
infernal sobre el que más ha insistido: "One
thought fills immensity" ("Un pensamiento llena la
inmensidad"), por ejemplo en el nº 32 de la serie de
esculturas Proverbs of Hell (1995), algo que implicaría
la "espiritualización de la materia".
La palabra poética se expande en el
espacio, adquiere una forma, y con su materialización genera
también un sonido. En el caso de Wispern, las gotas
de agua introducen una secuencia, una dimensión temporal, que
transgrede los límites académicos, la concepción
meramente espacial de la escultura. El sentido último que
intenta expresar es la extrema dificultad para alcanzar el silencio
en plenitud. Y, además, propicia otro tipo de identificación:
la que se alcanza entre los "cuerpos" de las piezas, el
cuerpo del artista y los cuerpos de los espectadores y sus sonidos
respectivos.
Todo artista está siempre en sus obras.
Pero en el caso de Jaume Plensa esa presencia personal se lleva
hasta la máxima intensidad. La primera versión de Wonderland
(1993) estaba integrada por 38 puertas de hierro sobre las que se
situaba una bombilla. Puertas sin salida, adosadas a la pared, "un
espejo negro, donde no hay nada detrás para mirar", decía
Plensa con ocasión de su primera presentación pública.
Pero, una vez más, el número tiene gran importancia:
38 eran también los años de Plensa en aquel momento.
Las cinco cabinas de Love Sounds (1998)
son espacios de meditación donde uno puede no ya "sentir",
sino escuchar la reproducción electrónica de los
sonidos interiores de diferentes partes del cuerpo del artista: el
corazón, la mano, el hígado, el muslo y el cuello.
Obviamente, se busca propiciar un intenso proceso de identificación
con el espectador.
La utilización del cuerpo como módulo
plástico es una constante de la tradición artística
de Occidente. Desde los diversos "cánones" de la
escultura griega, hasta el "modulor" de Le Corbusier, ya
en nuestro siglo, y pasando por el módulo corporal de
Vitruvio y su inscripción en el círculo y el cuadrado
por Leonardo da Vinci. Estamos hablando de "escala", algo
absolutamente constitutivo, central, en el proceso estético
de la escultura.
Pues bien, en Plensa hay un desplazamiento de ese
sentido de fijación antropológica de la escala, que
constituye uno de los más importantes elementos de
continuidad de nuestra tradición plástica. En lugar de
un "módulo" genérico o universal, en Plensa
el módulo es él mismo, su propio cuerpo, y ni tan
siquiera sólo en un sentido exterior, sino a través de
la unión del afuera y del adentro, de lo público y de
lo íntimo.
Pero entonces, en sentido estricto, estamos
hablando de un módulo poético, de una
cristalización de la energía como plasmación
de la una fuerza vital en la obra. El artista se convierte en un
mediador, en alguien que pone su cuerpo y su alma, que los
ofrece al público en un proceso abierto de comunicación.
Por eso resulta tan decisiva la autenticidad
como valor propio de esta propuesta plástica, que quedaría
inmediatamente destruida si derivara hacia algún tipo de
autocomplacencia o de exhibición cínica. La mediación
personal del artista intensifica los componentes poéticos y
la intención ceremonial de la obra. El horizonte plástico
a que nos lleva es la meditación y la búsqueda de la
pureza como elementos centrales del arte.
Esta fuerte implicación personal del
artista no supone sin embargo ningún tipo de quietud
narcisista. El sentido dinámico, el desplazamiento de energía
de la que cada obra es un depósito simbólico, conducen
las propuestas de Plensa a una apertura hacia el otro,
fundamentalmente hacia los creadores, artistas y escritores, tan
solitarios en su tarea (por eso, islas, en sus diversas
versiones) como cualquier ser humano en los momentos decisivos de la
experiencia, de la vida y de la muerte.
Como ya estableció Rimbaud "yo es otro"
("je est un autre"), el autorretrato es el sueño
o la palabra creativa de otros, sólo así podemos
percibir nuestro yo: "Hice un autorretrato. Pero no me
representa a mí. Muestra los nombres de todos los artistas
que tuvieron algún significado para mí. Existo a través
de ellos." (Plensa, 1999, 59).
Es ahora cuando mejor podemos comprender la
identificación profunda de Plensa con algunos grandes poetas,
y en particular con William Blake: "Goethe, Shakespeare,
Baudelaire, Dante, T. S. Eliot y, sobre todo, Blake están
entre mis grandes compañeros de viaje. Una pequeña luz
en la gran oscuridad." (Plensa, 1999a, 41).
En realidad, a través de esos procesos
abiertos de identificación, por medio del flujo de la idea y
su materialización en la palabra y en la obra plástica,
lo que alcanzamos a atisbar es un horizonte, siempre inalcanzable,
de superación de la soledad. Seres humanos contingentes en un
tiempo de transición, con parecidas ansiedades y amenazas.
Eso es lo que nos une con Plensa, y a éste con los
artistas-islas y con sus poetas, particularmente con Blake: "También
él creció en tiempos difíciles y vivió como
nosotros hoy- doscientos años antes el final de un siglo. Era
también un solitario, sin la ayuda de escuelas, creencias o
partidos. " (Plensa, 1999, 59). Un solitario. Como Plensa. Como
tú, lector. Como yo mismo.
3. El silencio
inalcanzable
Se ruega tocar. Las piezas escultóricas de
Plensa están concebidas para que el público interactue
con ellas: lugares para entrar y salir, luces y sonidos que nos
llevan a un ambiente distinto, y los gongs: Chaos, Saliva
(1999). No dejen de golpearlos. De sentir la reverberación
del sonido. Se ruega tocar.
Desde esa obra que inicia tantas cosas, que supone
la más profunda transición: La neige rouge
(1991). Construida con hierro y neón, imagen del hierro que
fluye, incandescente, cuyas resistencias producen una luminosidad
fantástica (lo epidémico rojo, la penumbra del
infierno, y además así debe ser la luz en Marte...) y
un ruido constante e hipnótico. Desde esa pieza, las
propuestas de Jaume Plensa han ido concediendo una importancia
creciente al uso de la luz y del sonido.
Se trata de algo coherente con la voluntad de artífice,
de transferir a la obra la dinámica propia de los elementos
naturales. El agua, que fluye, da vida y regenera, como en esa pieza
maravillosa: The Personal Miraculous Fountain (1993-1994),
que une al artista con los trabajadores anónimos. El fuego,
que moldea el hierro o el aluminio, y los convierte en soportes dúctiles
de la palabra. El aire, que oxida y contamina, pero igualmente
ventila, purifica. Y, finalmente, la tierra que nos habita y que
habitamos: la metáfora constructiva, la gestación de
un mundo.
En ese universo paralelo, el sonido y la luz actúan
como marcas intangibles de nuestro anhelo: la plenitud que se nos
escapa, el deseo que nos mueve. Las dos grandes esferas de hierro
fundido, de 1991, en las que la nieve roja cristaliza en emblema poético,
marcan dos opuestos de sentido: Désir (Deseo) y Rêve
(Sueño), establecen una vez más el balance o
equilibrio plástico y poético que demandan las piezas
de Plensa.
Toda su obra fluye a partir de ese juego continuo
de contrastes: "No podría vivir sin dualidad,
contradicción, imperfección. Hablar sobre el silencio
con sonidos, sobre lo ligero por medio de lo pesado, sobre el
movimiento con lo estático." (Plensa, 1999a, 44). Se
trata de una forma dialéctica de comprensión de lo
real que, como ya ha podido apreciarse, tiene uno de sus principales
referentes teóricos y poéticos en la obra de William
Blake.
Pero quiero ahora volver a este aspecto para
subrayar en qué medida a través de ese procedimiento
indirecto Plensa persigue una inversión de los sentidos estéticos
habituales que dota a su trabajo de una gran intensidad y riqueza.
El empleo del sonido o de la luz no debe, en esta perspectiva,
entenderse sin más en un sentido "directo", sino
por el contrario como un desvelar los signos o vestigios de la
imposibilidad de llegar plenamente a la representación de sus
opuestos: la oscuridad, el silencio. La importancia
creciente en su obra de los materiales leves y sutiles tiene que ver
con este cuestión: se prestan mejor a ser utilizados como
zonas de paso, como puentes entre los opuestos.
En las dos versiones de Scare of Darkness (1998),
el nilón y la luz crean un paisaje "de nieve", de
luminosidad intensa, que refuerza el miedo a la oscuridad que da título
a la obra. A la vez, el muñeco de plástico es la
figura, el arquetipo infantil que permanece en la memoria, de la
protección. A pesar del frío que hace, del "invierno",
afectivo y moral, nos mantenemos calientes, como sugiere el verso de
Eliot que da título a una pieza de "ladrillos" de
cristal, acero y neón, presente en esta muestra en su tercera
versión: Winter keept us warm III (1999), otra vez un
juego entre dentro y fuera en un sentido introspectivo, individual.
La segunda cuestión: la búsqueda del
silencio en toda su profundidad se ha convertido en uno de los ejes
centrales de las últimas propuestas de Plensa. Por ejemplo,
en ese laberinto, suma y síntesis de todas las preguntas que
cobran cuerpo en su escultura, que podemos ver en esta exposición
por vez primera: Full Contact (1999), en la que los sonidos
jadeantes del deseo unidos a la interrogación laberíntica
despiertan en nosotros la experiencia sinestésica de lo enigmático.
¿Enigma? ¿De qué tipo? Búsqueda
de los opuestos como lugar donde nace la energía, la fuerza
espiritual y vital. Contraste, una vez más, del sueño,
como quietud, y el deseo, como agitación. Pero también
voluntad de aludir al silencio inalcanzable a través del
sonido, por medio del ruido.
El enigma es poético y plástico,
pero no tiene nada que ver con intenciones de tipo esotérico:
"Siempre he concedido gran importancia al silencio como columna
vertebral de mi obra. No me gusta la palabra hermetismo. Preferiría
hablar de relación fluida entre el tiempo y el silencio, y de
la energía constante creada por las vibraciones inherentes a
la materia." (Plensa, 1999a, 40).
El silencio tiene vida sólo en los sueños,
y las cabinas para la meditación son a la vez espacios donde
quien entra resulta devorado: "Siempre pensé que el
silencio es sólo un sueño. Nuestro cuerpo es pesado y
ruidoso, lleno de vida, vida finita. Las cabinas son celdas para la
meditación. Y al mismo tiempo tienen algo canibalístico."
(Plensa, 1999, 57).
Silencio y meditación constituyen los dos
pilares esenciales de la sabiduría, de los grandes sistemas
rituales, religiosos y filosóficos. Lo importante es que son
también la piedra de toque de la palabra, su espacio nutricio
y constitutivo. Sólo la palabra puede poner al desnudo el envés
del lenguaje, su vacío, de donde surge el propio
lenguaje.
Sin embargo, en Plensa, aun esa experiencia que se
sitúa más allá de lo humano brota de la
interioridad más íntima. La imposibilidad del
silencio es el envés del inevitable ruido de nuestro
flujo incesante de lenguaje y de nuestro cuerpo que, en tanto que
posee la fuerza de la vida, no puede silenciar el ruido que, por
ser, produce: "La grabación del sonido que produce la
sangre en distintos puntos de mi cuerpo y su reproducción en
algunas de mis obras es una clara invitación al espectador
para que comparta conmigo la imposibilidad del silencio."
(Plensa, 1999a, 45).
En un sentido convergente, aunque refiriéndose
específicamente a su "Credo" en "El futuro de
la música", John Cage (1968, 3) escribió: "Allá
donde estemos, lo que mayormente escuchamos es ruido. Cuando lo
ignoramos, nos perturba. Cuando lo escuchamos, lo encontramos
fascinante."
Llegamos así al punto final de nuestro
recorrido: la búsqueda de la representación plástica
y poética de los opuestos, el sistema nervioso de la obra de
Jaume Plensa, nos conduce al envés, a lo que interiormente
constituye lo real. La materia no es algo inerte, está llena
de vida. El tiempo gira sobre sí mismo: debemos abandonar la
pretensión de un desenvolvimiento lineal y advertir el
sedimento de los años y las épocas, su dimensión
transitoria y fugaz. El silencio es inalcanzable.
El silencio es inalcanzable. Sólo conjurándolo
en el sueño inocente, en el dormir reparador, podemos entrar
en su territorio. Es allí donde alcanzamos: preguntas,
preguntas, la escultura como cuestionamiento radical, con la obra de
Jaume Plensa, la abolición del tiempo, de la causalidad, del
espacio. Allí donde hemos consumado la muerte del rey. El
asesinato del sueño.
Referencias
- John Cage (1968): Silence; Calder and
Boyars, London. Republished by Marion Boyars Publishers, London,
1978.
- José Lezama Lima (1949): La fijeza,
en: Poesía completa, edición de César López;
Alianza Editorial, Madrid, 1999, pp. 113-192.
- Jaume Plensa (1989): "Conversación
de Gloria Moure con Jaume Plensa", en el Catálogo Jaume
Plensa; Galería Carles Taché, Barcelona.
- Jaume Plensa (1999): "Die Entfaltung einer
Art von kollektivem Gedächtnis". Jaume Plensa mi Gespräch
mit Michael Stoeber, en el Catálogo Jaume Plensa. Love
Sounds; Kestner Gesellschaft, Hannover, pp. 57-60.
- Jaume Plensa (1999a): "Fragen an Jaume
Plensa", Danièle Perrier, en el Catálogo Wanderers
Nachtlied. Jaume Plensa; Museum Moderner Kunst, Wien, pp. 39-46.
- Jaume Plensa (1999b): "A Conversation with
Jaume Plensa", by Javier Aiguabella, en el Catálogo Jaume
Plensa; Tamada Projects Corporation, Tokyo.