De
esas consideraciones previas surge el Proyecto de una Exposición
de arte de América Latina de cara al siglo XXI, que intenta superar
las deficiencias de enfoque y el carácter meramente geográfico
y descriptivo que suelen ser, por desgracia, tan habituales en las muestras
europeas y estadounidenses dedicadas al arte latinoamericano.
La
exposición tiene su fundamento en un concepto-eje: el final
del eclipse, una metáfora que implica que por fin se dan
las condiciones históricas y culturales para una aproximación
al arte de América Latina que no proceda por la repetición
de estereotipos ya gastados, ni por la reducción a lo exótico.
El
término eclipse designa la desaparición de un astro
por la interposición de un cuerpo entre ese astro y el ojo del
observador, o bien entre ese astro y el Sol que lo ilumina. Por eso
es sumamente preciso para lo que quiero indicar: no es que el arte de
América Latina no haya tenido durante siglos una calidad y un
valor propios. Es que el cuerpo de la ideología colonial
y neocolonial impedía verlo, cuando se alcanzaba
a verlo, de un modo no distorsionado, directo.
El
eclipse puede ser total o parcial, y gracias a ello el arte de América
Latina ha ido conquistando espacios de reconocimiento, aunque siempre
de modo fragmentario o excepcional: parcial. Pero ahora resulta posible
intentar una aproximación directa a ese arte sin la interposición
de ningún cuerpo extraño que impida o altere nuestra visión.
Obviamente,
tampoco se trata de la pretensión dogmática de la visibilidad
absoluta. Hablo de una aproximación directa en un sentido
hermenéutico, de interpretación fiel y rigurosa, evitando
prejuicios y tomas de posición previas, de la realidad artística
de Iberoamérica.
Para
ello se requiere un conjunto de presupuestos metodológicos. En
primer lugar, evitar el más fuerte de los estereotipos: desde
un punto de vista general, pero mucho más hablando de arte, América
Latina no es una unidad, no es algo homogéneo, por
mucho que la presión del mercado internacional del arte o la
visión etnocéntrica de estadounidenses y europeos lo pretenda.
Como punto de partida hay que hablar, pues, del arte de las Américas,
subrayando la pluralidad de tradiciones culturales y artísticas.
En
segundo lugar, se trata de buscar una aproximación no meramente
externa, una aproximación que evita a toda costa la aplicación
de modelos y planteamientos no americanos, con el autoritarismo
y paternalismo, encubierto o explícito, que algo así supone.
Para ello el desarrollo del proyecto se ha articulando a través
de un diálogo, crítico y abierto, tanto con los propios
artistas, como con personalidades teóricas y responsables de
las instituciones museísticas de las distintas naciones iberoamericanas.
En
tercer lugar, el Proyecto no busca la realización de una muestra
meramente descriptiva y, por tanto, necesariamente acumulativa, de las
distintas realidades artísticas de América Latina. Se
sustenta en un concepto: el final del eclipse, que implica la aparición
y desarrollo de un arte ahora emergente en América Latina y que
pasará a ocupar el primer plano de la atención internacional
durante el siglo que viene.
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En
cuarto lugar, es preciso tener en cuenta que, aunque en su origen las
formas artísticas iberoamericanas proceden de Europa, a lo largo
de cuatro siglos se ha ido formando una tradición propia. Esa
tradición cuenta ya con sus clásicos modernos,
nombres suficientemente conocidos en la actualidad, como por ejemplo
los muralistas mexicanos o Rufino Tamayo, Wifredo Lam, Joaquín
Torres-García, Tarsila do Amaral, Roberto Matta, Jesús
Soto, o Antonio Berni, entre tantos otros. Esos clásicos
modernos constituyen un referente imprescindible para el arte
actual de las Américas, siempre en síntesis con las nuevas
propuestas y tendencias emergentes en la escena internacional.
Con
El final del eclipse se ha tratado de trazar un perfil posible
de lo que será el arte plural de las Américas en su despliegue
en el próximo siglo, presentando las líneas de trabajo
de artistas que están hoy abriendo nuevas propuestas e itinerarios
creativos. Lógicamente, ese perfil no puede configurarse
debidamente a partir del establecimiento de cuotas de representación
geográficas o políticas.
Para
que el Proyecto pudiese realizarse con la debida consistencia hubo de
tener además como requisitos imprescindibles tres aspectos: apertura,
coherencia y amplitud.
Por
apertura, quiero indicar que la muestra recoge la amplísima
diversidad temática e ideológica que caracteriza al arte
de hoy y, obviamente, también al de las diversas naciones de
América Latina. Pero, igualmente, que se trata de presentar una
muestra capaz de dar vía libre a todo tipo de géneros
expresivos y soportes, que es lo que da sentido al arte de nuestro tiempo,
más allá de la clausura tradicionalista en géneros
cerrados. La exposición se abre a la pintura, la escultura, la
fotografía, las instalaciones o los distintos soportes de arte
electrónico, sin otro condicionamiento que el de la calidad poética
y conceptual de las piezas, el de su valor específicamente artístico
en definitiva.
Busco
con la idea de coherencia subrayar la pluralidad expresiva, temática
y cultural del arte de las Américas, pero intento, a la vez,
a través de las obras y artistas seleccionados, trazar un
mapa, un registro sismográfico, de las constantes estéticas,
de las preocupaciones recurrentes en la imaginación creativa
latinoamericana. Que, naturalmente, remiten en un plano antropológico
más amplio, a los deseos y necesidades de los seres humanos en
la actualidad.
Aplicando
estos criterios, la exposición se articula sobre una presentación
individualizada de las obras y los artistas seleccionados, atendiendo
a los problemas y cuestiones que forman el entramado estético
de las diversas culturas de América, teniendo muy en cuenta que
el referente no remite únicamente a las actuales configuraciones
nacionales latinoamericanas, sino también a su creciente diáspora,
tanto en EE. UU. como en el resto del mundo.
Finalmente,
la realización del Proyecto ha requerido una amplitud
equilibrada. Una muestra de esta complejidad hubiese resultado ridícula
en proporciones pequeñas. Aunque tampoco se persigue un tratamiento
espectacular, que valore el número en sí mismo
o la grandilocuencia. Se ha tratado de llegar hasta donde lo exija el
desarrollo del concepto, para mostrar de forma adecuada ese nuevo arte
referencial en América Latina y en el mundo.
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