La formación del gusto y la configuración de un pública capaz de acceder al disfrute y conocimiento de las obras de arte son cuestiones capitales de la cultura moderna desde sus inicios. En la segunda década del siglo XVIII, entre 1711 y 1712, Joseph Addison publicaría un importante diario cultural, al que llamó El espectador, y que intentaba informar y orientar al público cultivado. Ya en el siglo XX, y en España, José Ortega y Gasset concibió y llevó a la práctica, en 1916, una publicación períodica personal, llamada también El espectador, en la que fue presentando sus meditaciones sobre el arte, la moral, la ciencia y la política. Sin embargo, los cambios producidos en las últimas décadas en los procesos de creación y transmisión de la cultura han sido tan espectaculares que, probablemente, la idea tradicional de lo que se llamaba espectador se ha modificado en profundidad. Los públicos de la cultura y el arte se han ampliado y asumen nuevas funciones. Ante todo, en lugar de una actitud pasiva, la propia dinámica del arte contemporáneo ha ido propiciando de modo creciente su intervención activa, e incluso su creatividad, en la recepción de las propuestas artísticas. Las intervenciones del libro giran en torno a los aspectos principales que permiten hablar de ese nuevo espectador: el desbordamiento de la idea de la contemplación como eje de la nueva recepción estética,la creatividad de la recepción, la formación de nuevos públicos y nuevos sujetos estéticos, las transformaciones y nuevas formas de presentación de las obras de arte, las funciones de filtro y canalización del gusto de los medios de comunicación de masas y, finalemtne, los interrogantes filosóficos que suscitan los importantes cambios mencionados. |
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